Últimamente se habla mucho sobre la destrucción de empleo que comporta la automatización y la robotización y los efectos nocivos que comporta para el mercado laboral. Es lógico que pueda causar preocupación y alarma y que, en determinados foros se planteen medidas para intentar frenar o minimizar este impacto.
Si lo vemos con perspectiva histórica, no hay motivos para esta preocupación ya que la tecnología siempre ha tratado de eliminar aquellas tareas o funciones repetitivas y/o que no aportan valor y las sustituye por otras en las que se percibe un mayor valor añadido, además, de generar nuevas funciones o actividades sobre las mejoras incorporadas. Hasta la fecha, la destrucción de empleo siempre ha sido inferior al empleo creado por la transformación tecnológica.
Para los que nos incorporamos al mercado laboral en los 90, hemos visto desaparecer muchas profesiones y/o actividades que realizábamos en nuestros puestos de trabajo y hemos tenido que formarnos y reciclarnos para trabajar de forma muy distinta a la que estábamos habituados ya que hemos incorporado muchas mejoras tecnológicas a nuestra forma de trabajar: hemos visto desaparecer las tarjetas perforadas, los disquetes, tramitabas una reserva para poder utilizar un ordenador con hoja de cálculo, gestionabas peticiones para consultar documentos y facturas en los archivos, no teníamos inicialmente móviles ni videoconferencias, las empresas comenzaron a implantar los ERP, aparecieron los portátiles, el uso de internet era muy restringido y existían muchas reticencias para extender su uso porque no estaba nada claro el valor que podía aportar. En estos 30 años han nacido muchas profesiones que en los 90 eran impensables: Community Manager, influencer, Blogger, Manager E-Commerce, programador web, piloto de drones, experto en ciberseguridad, analista Big Data, ingeniero de automatización, gestor de contenidos, responsable SEO, etc. sin contar las que también han aparecido en otros muchos sectores como consecuencia de la introducción de las nuevas tecnologías. En este periodo de 30 años el empleo creado ha sido mucho mayor que el destruido. Únicamente hemos eliminado los que no aportaban valor y los hemos cambiado por otros mucho más cualificados.
Ahora, casi en 2020, estamos en otra ola de cambio: la transformación digital, la inteligencia artificial y la robotización van a comportar otra gran metamorfosis en el mercado laboral y en 2030, de igual modo que nos ocurrió en los 90, serán normales profesiones que ahora no somos capaces de imaginar o comprender.
El reto es enorme y los ciclos transformadores se aceleran cada vez más por lo que los tiempos de reacción y adaptación son mucho más cortos. Si no queremos ver nuestro puesto de trabajo obsoleto y amortizado, hemos de estar atentos a los cambios y sabernos adaptar a estos. Para ello, hay que tener una mentalidad muy abierta y ser muy proactivo en estos aspectos:
- Mantenerse informado sobre las novedades que surgen en el mundo tecnológico.
- Comprobar si nuestro trabajo esta en alguna lista de profesiones que puede desaparecer en el futuro.
- Evaluar si el trabajo que realizamos puede ser susceptible de mejoras y/o automatizaciones.
- Tratar de identificar cambios en la percepción del valor añadido que aportan nuestras funciones al negocio.
- Hoy más que nunca, la formación continúa es muy necesaria y esta debe enfocarse a temas tecnológicos y/o trabajos que puedan atraernos en un futuro.
- Trabajar y adquirir las habilidades que se pueden requerir en el futuro.
En los próximos años vamos a enfrentarnos a cambios importantes en nuestras formas de trabajar y el mercado laboral nos ofrecerá nuevas oportunidades laborales. Sea cual sea nuestra situación laboral y formativa, es nuestra responsabilidad estar atentos, formarnos y reciclarnos para no quedarnos fuera de la nueva ola transformadora.
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