Estamos de celebración: la WWW (World Wide Web) nació hace 30 años en el CERN de forma modesta y como una forma de compartir información. Quién podía imaginar que se convertiría en la herramienta de transformación social más importante que ha concebido la humanidad.

Para que ello sea posible hay que tener en cuenta que todo gran avance viene precedido o acompañado de otros. Así en los 60 se desarrolló la infraestructura necesaria para la explosión de la web. En 1966 se creó ARPANET como embrión de internet. Posteriormente en los 80 nacieron los protocolos TCP/IP, que junto con las mejoras en las comunicaciones (¿quién recuerda aquellas velocidades de 28,8 kbps, 56kbps y la famosa banda ancha de 256 kbps?), en las capacidades computacionales, en el desarrollo de software, la aparición de los navegadores y buscadores, etc. han posibilitado su aceptación y desarrollo pasando de los 16 millones de usuarios del año 95 a los más de 2.400 millones de la actualidad.

Su universalización y crecimiento son brutales y los avances a su alrededor no paran: wifi, IOT, Geoposicionamiento y la ultra movilidad mediante acceso desde cualquier dispositivo, como las tablets o móviles, en detrimento del hoy tradicional ordenador personal que con solo 40 años de antigüedad parece que ha quedado obsoleto.

La web ha revolucionado el mundo de la información y la forma en que interactuamos socialmente ya que ha transformado la forma en que trabajamos, aprendemos, nos comunicamos e incluso como nos divertimos. También ha tumbado teorías económicas como la de los recursos escasos, ya que hoy podemos decir sin ningún tipo de duda que la información es el único recurso no escaso que existe, lo que hace que incluso podamos tomar decisiones en situaciones de competencia perfecta dado que podemos estar en disposición de tener toda la información en tiempo real. Además, ha sido capaz de transformar la economía favoreciendo la globalización, afectando a todos los sectores industriales y creando nuevos modelos de negocio.

En estos 30 años hemos pasado de la agenda a las redes sociales, de las páginas amarillas a nuestro sitio web, del papel a la cultura digital, de las enciclopedias a la Wikipedia, de la tienda tradicional a la compra online, de las colas en cines y teatros a las reservas online, de la compra de CDs y discos al consumo música en streamimg, de las agencias de viaje a la contratación y reserva online, de la oficina bancaria a la gestión financiera online y un largo etcétera que obliga a todos los agentes económicos a adaptarse a esta nueva realidad para sobrevivir en el mercado.

Pero no todo es tan bonito: la mitad de la población no dispone de internet, lo que agranda la brecha digital y genera desigualdad de oportunidades. Además, aparece la piratería, el ciberacoso, la desinformación con las famosas “fake news” y la posibilidad de guerras cibernéticas entre estados. Todo ello acompañado de un “oligopolio” de compañías que dominan el tráfico y que venden los datos generados además de posibilitar nuevas formas de publicidad y marketing que pueden considerarse abusivas o invasivas de nuestra privacidad.

La web es aún muy joven y avanza a una velocidad de vértigo por lo que tenemos que darle el tiempo necesario para que madure y se desarrolle aún más y mejor: democratizarse en su control con nuevas empresas, avanzar en su regulación para limitar abusos, robos de información y, sobre todo, garantizar nuestra privacidad mediante nuevas leyes y códigos de conducta. Larga vida a la web.

Finalmente, no quisiéramos acabar el artículo sin ofrecer la oportunidad de poder consultar la primera web de la historia para percibir la magnitud del cambio y de los grandes avances conseguidos en estos 30 años:

https://www.w3.org/History/19921103-hypertext/hypertext/WWW/TheProject.html target=»_blank»>Pagina»

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